Hoy comienza la Campaña de Renta 2022. Hoy se da el pistoletazo de salida a tres meses en los que tenemos que hacer cuentas y aportar nuestro granito de arena al sostenimiento de nuestro país.
A diario nos bombardean los políticos en los medios de comunicación con la crisis y la necesidad de incrementar los recursos públicos para mantener el estado de bienestar. Surgen nuevas figuras impositivas fruto de una creatividad tributaria sin parangón.
Todo ello tomando como base siempre el artículo 31 de nuestra Constitución, aquel que dice que todos contribuiremos al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con nuestra capacidad económica.
Pero nunca oigo decir nada acerca del apartado segundo de ese artículo. El que habla de que el gasto público responderá a los criterios de eficiencia y economía.
Esto es, no se trata solo de recaudar más y más, como si no hubiera fin y los billetes cayeran de los árboles, sino que se trata también de gastar mejor. De gastar con racionalidad y eficiencia. Pero esta parte nunca parece cuestionarse.
Y sin embargo no dejan de hablarnos de “bienestar”. Pero, ¿qué bienestar? Me pregunto yo.
Y digo esto porque veo un serio conflicto entre este término y la realidad que vivimos a diario. Y tengo la sensación de que estamos asistiendo inexorablemente al desvanecimiento de ese estado. Cierto es que no habremos pasado del bienestar al malestar, pero desde luego vamos camino de ello.
Porque:
– El Ministerio de Sanidad ha publicado que en 2022 las listas de espera para ser atendido por un médico crecieron en toda España.
– Resulta materialmente imposible que un ciudadano consiga una cita previa en la Seguridad Social para que pueda tramitar un expediente en el que vea sus derechos reconocidos, pensiones de jubilación por ejemplo.
– Cada vez se jubilan más funcionarios y no se reponen las plazas, de modo que la solución pasa por generar normas y publicarlas en el BOE, para que trabajos que antes hacían los empleados públicos se deriven a las empresas o a los ciudadanos. Lo que podríamos llamar una Administración Ikea.
– El servicio de Cercanías de RENFE no puede funcionar peor. Día sí y día también hay retrasos por averías a causa de una infraestructura deficiente, que impide a los trabajadores de las grandes urbes llegar a tiempo a sus puestos de trabajo, redundando ello en pérdida de competitividad de las empresas españolas.
Y me pregunto yo: Si todo esto no es el bienestar de una población ¿Qué es bienestar? Quizás tendrían que redefinir el término, porque a día de hoy no se parece mucho a lo que nos enseñaron cuando éramos pequeños.