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Despacho especializado en consultoría a empresas familiares, fiscales, contable y financieros.
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Muchas empresas familiares conservan varias sociedades por pura inercia, aunque su existencia ya no tenga un propósito real. Unificarlas puede ser una decisión inteligente… y además, fiscalmente neutra. Cuando el negocio ha evolucionado, mantener estructuras duplicadas solo genera costes y trámites innecesarios. La buena noticia es que Hacienda permite simplificar sin penalización fiscal.
Con el paso del tiempo, muchas empresas familiares se van enredando solas. Lo que empezó como una estrategia para proteger el patrimonio o gestionar mejor distintas áreas del negocio acaba convirtiéndose en una red de sociedades, obligaciones repetidas y papeleo sin sentido.
Y llega un momento en que la pregunta es inevitable: ¿tiene sentido seguir asumiendo ese coste cuando todo podría integrarse en una sola empresa?
Eso fue lo que se planteó una familia que contaba con dos sociedades gestionadas por los mismos socios: una dedicada al arrendamiento de naves industriales y otra ya sin actividad. En su día las separaron por prudencia, para evitar contagiar riesgos, pero esa razón había desaparecido.
Decidieron entonces volver al punto de partida y fusionarlas, simplificando la estructura. Antes de hacerlo, quisieron asegurarse de que la operación no implicara tributar por las plusvalías latentes en los activos, y elevaron una consulta a Hacienda.
La Dirección General de Tributos, en la consulta vinculante V1503-25 (18 de agosto de 2025), confirmó que pueden acogerse al régimen de neutralidad fiscal, siempre que existan motivos económicos válidos, más allá del simple deseo de pagar menos impuestos.
¿Qué implica esto en la práctica?
Cuando la fusión responde a una razón económica real —reducir costes administrativos, optimizar la gestión o simplificar la toma de decisiones— las posibles plusvalías que afloren no se consideran ganancia. En otras palabras, no se tributa por la fusión: los bienes mantienen su valor fiscal y su antigüedad.
Hacienda no objeta cuando la fusión tiene sentido empresarial. No lo ve como un ardid para eludir impuestos, sino como una forma racional de ordenar una estructura obsoleta. El principio es claro: el empresario puede reorganizar su negocio como estime más eficaz, siempre que actúe con transparencia y sin ánimo de obtener ventajas fiscales indebidas.
El Tribunal Supremo también lo ha reiterado: no se trata de penalizar la eficiencia, sino de impedir el uso abusivo de las fusiones con fines meramente fiscales.
Algunas decisiones empresariales, si se planifican bien, evitan muchos problemas futuros. La fusión es una de ellas. Estos son los puntos clave:
Justificar la operación. No basta con decir “queremos simplificar”. Hay que demostrar que la operación mejora la gestión, reduce costes o facilita el control del negocio. Si no se documentan los motivos, Hacienda puede cuestionar la existencia de una causa económica real.
Evitar reactivar sociedades inactivas sin motivo. Si una empresa sin actividad se fusiona de repente sin justificación, el riesgo de inspección aumenta. Es preferible realizar la operación mientras ambas sociedades conservan cierta actividad, aunque sea limitada.
Acreditar que la sociedad absorbente está operativa. Conviene que tenga empleados, ingresos o activos en funcionamiento. Las sociedades puramente patrimoniales suelen levantar sospechas. Mantener al día contratos, contabilidad y movimientos bancarios es una buena práctica preventiva.
Cuidar los trámites. No solo importa el fondo, también la forma. La fusión debe inscribirse correctamente en el Registro Mercantil, reflejarse en el Impuesto sobre Sociedades y conservar toda la documentación. Un error administrativo puede hacer perder el beneficio fiscal.
Buscar asesoramiento antes de actuar. No todas las fusiones encajan en el régimen de neutralidad fiscal. En algunos casos puede ser más adecuado recurrir a una aportación de activos o a una escisión parcial. Lo importante es analizar el caso con detenimiento y diseñar la operación adecuada.
Si su empresa familiar mantiene varias sociedades que ya no aportan valor, puede que haya llegado el momento de simplificar. Fusionarlas reduce costes, mejora la coordinación interna y optimiza recursos que hoy se pierden en tareas duplicadas.
Eso sí: conviene hacerlo con método. Un buen asesoramiento marca la diferencia entre una operación bien resuelta y un problema fiscal. Con planificación y criterio, una fusión no es un riesgo, sino una oportunidad para ordenar y fortalecer el negocio.
Para resolver cualquier duda o valorar su caso concreto, pueden contactar con GCE Group
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